Debido a la insana dieta actual y a la falta de ejercicio...
...una generación de niños podrían perder entre 5 y 13 años de vida.
Empezó de forma bastante inocente. Hace tres años, la planificadora de desarrollo Jaana Vesterinen-Prähky, de Helsinki (Finlandia), convirtió en una costumbre llegar a casa tarde de trabajar con una golosina para su hija Anni, de 5 años. Cuando la hermana de Jaana se lo reprochó, a ella no le preocupó. “Le dije que no pasaba nada, que todavía era pequeña y no importaba”.
Pero sí pasó. Anni empezó a engordar y cuando empezó primero de primaria, en agosto de 2010, medía 1,31 metros y pesaba 63 kilos, el doble que cualquier niña de su edad. “No me había dado cuenta de la cantidad de calorías que le estaba dando”, dice Jaana. “Ahora me doy cuenta de que era algo verdaderamente malo”.
Anni se había convertido en uno de los 15 millones de niños obesos y con sobrepeso de Europa de entre 5 y 17 años. Y como todos ellos, Anni tenía entonces hasta nueve veces más probabilidades de desarrollar hipertensión, cuatro veces más de contraer diabetes del tipo 2 o enfermedades cardiovasculares, o un mayor riesgo de sufrir cáncer. Si no se controlaba, la obesidad le podía robar entre 5 y 13 años de vida.
“Las consecuencias médicas [de la obesidad] comienzan a muy temprana edad”, afirma Thomas Reinehr, director del Departamento de Endocrinología Pediátrica, Diabetes y Medicina Nutricional del Vestische Youth Hospital de Datteln, Alemania. En un estudio realizado, se demuestra que un tercio de los jóvenes obesos alemanes padecen hipertensión. Una de las pacientes de Reinehr con un Índice de Masa Corporal (IMC) de 40,8 tenía diabetes tipo 2, colesterol, hipertensión y ovarios poliquísticos, todo ello a los 14 años.
No es solo que los niños obesos padezcan problemas de salud física sino que también se resiente su salud mental. El financiero Jeremy Bombourg, de 24 años, de Lyon (Francia), sigue estando marcado por la lucha que tuvo que emprender contra la obesidad cuando era adolescente. “Los años de la adolescencia son aquellos en los que comienzas a creer en ti mismo”, dice. “Yo no creía en mí a causa de mi sobrepeso”.
A los 14 años, Jeremy medía 1,65 metros y pesaba 82 kilos, así que era obeso. Como era “el gordo” en su círculo de amigos, se retiraba a su cuarto para evitar ser el chico sudoroso y repugnante entre sus compañeros. Lo peor eran los deportes. Jeremy prefería ausentarse de la clase de gimnasia argumentando que se encontraba mal antes de hacer el ridículo. Incluso dejó las clases de judo cuando sus compañeros se mofaron y deshonraron sus victorias en el tatami diciendo que se debían a su peso.
La vergüenza que sentía Jeremy no era cosa de su imaginación. La gente discrimina a los obesos. “La percepción de la obesidad por parte de los profesionales de la salud y por parte de toda la sociedad debe cambiar,” afirma Vojtech Hainer, subdirector del Instituto de Endocrinología de Praga, en República Checa. “Los pacientes obesos rara vez son glotones, tienen poca voluntad o son difíciles y perezosos.” Sin embargo, es más probable que los obesos se salten las clases, no terminen el instituto y sufran discriminación a la hora de encontrar trabajo cuando se hacen adultos.
“El futuro de estos niños es sombrío y terrible”, resume Marie-Laure Frelut, secretaria del Grupo Europeo de Obesidad Infantil y doctora especialista en obesidad pediátrica en París.
Los investigadores no estaban en absoluto preparados para la velocidad con la que ha golpeado la epidemia de obesidad. “De repente, en los noventa teníamos una epidemia ante nuestras narices, justo en el momento en el que el estilo de vida cambió radicalmente en Europa”, recuerda Frelut. Ahora comemos más, peor y nos movemos todavía menos que antes. Además, el apetito de nuestros niños por la televisión ha llegado a un extremo sin precedentes y los niños que ven cuatro horas de televisión al día tienen cuatro veces más probabilidades de tener sobrepeso que los que la ven menos de una hora.
Según los datos de la OMS recogidos en 2008, en Europa, uno de cada cuatro niños de seis a nueve años es obeso o tiene sobrepeso (lo que significa que el IMC está en el percentil 90 comparado con sus iguales).
Ya hay algunos países europeos que gastan hasta el 5% del total de su presupuesto sanitario en costes relacionados directa o indirectamente con la obesidad adulta y juvenil, y eso es solo la punta del iceberg. Conforme crezcan los niños, aumentarán los costes de asistencia sanitaria.
“Existe un gran riesgo de que aumenten los costes en el futuro”, afirma Agneta Sjöberg, epidemióloga de la salud pública de la Universidad sueca de Gotemburgo.
Los padres y la familia siempre estarán en primera línea de batalla contra la obesidad. “Para tratar la obesidad de un niño pequeño, hay que tratar también a la familia”, afirma Hainer, del Instituto de Endocrinología de Praga.
Cuando la enfermera del colegio de Anni sugirió a Jaana que matriculara a su hija de seis años en EasySport, un programa de ejercicios gratuito patrocinado por la asistencia sanitaria de los colegios de la ciudad de Helsinki para niños con sobrepeso menores de diez años, Jaana se puso loca de contenta. Había luchado contra su propio peso durante 35 años. “Quería darle la oportunidad a Anni de tener una infancia con un peso normal”, dice.
En muchos casos, la información que necesitan los padres no llega fácilmente. Malin Agn, madre sueca residente en Estocolmo fue consciente de ello hace dos años cuando, después de cambiar los hábitos de vida y no obtener resultados, llevó a su hija de 7 años al médico y salió de la clínica con poco más que palabras de ánimo. Acudir a Internet tampoco la ayudó. “La red es una jungla de información,” recuerda. Así que esta mujer de 40 años fundó Mulliga-Barn.se (que significa “niños gorditos” en sueco), un recurso online para los padres de hijos con sobrepeso que pone en contacto a doctores o enfermeras de las unidades de obesidad del hospital con padres preocupados por el peso de sus hijos.
Hasta hoy, más de 1.300 padres han asistido a los seminarios que organiza con profesionales del mundo de la sanidad relacionados con la obesidad.
Aunque los padres y la familia son esenciales en la lucha contra la gordura, también juegan un papel importante los colegios, que pueden cambiar el efecto haciendo más saludable la comida de sus cafeterías, prohibiendo los refrescos o programando más clases de gimnasia.
“Es más fácil llevar un estilo de vida saludable en casa si el ambiente de la escuela es saludable”, afirma Éva Martos, directora del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición de Budapest, en Hungría.
Martos dirigió el programa Start with Breakfast! (“¡Empieza con el desayuno!”) en Hungría en 2010. Este programa de seis semanas ofrecía el desayuno de los niños en el colegio todos los días junto con información sobre alimentación saludable. Al principio, uno de cada tres niños de entre 7 y 14 años elegían acompañar su desayuno con un refresco. Cuando finalizó el programa, el consumo de agua entre los niños había aumentado y el consumo de refrescos había disminuido.
En Francia, una iniciativa privada llamada EPODE (“Luchemos juntos contra la obesidad de los niños”) implica a todos los niveles de la comunidad para luchar contra la obesidad infantil. “El objetivo es modificar el estilo de vida de toda la población”, explica Jean-Michel Borys, director de la Red Europea de EPODE. Pequeños empresarios, alcaldes y vendedores de alimentos, así como profesores y padres trabajan juntos para difundir mensajes sobre vida saludable.
“Mensajes como ‘come más verdura’ vienen también con soluciones como, por ejemplo, enseñar a los niños a preparar y cocinar verduras o bajar los precios de las mismas”, afirma Borys.
El concepto piloto se puso en marcha hace 20 años en ciudades francesas que vieron descender sus índices de obesidad infantil del 11% al 8,8% en 12 años, mientras que en dos ciudades de control aumentaron al 17,8% .
Desde entonces, la iniciativa se ha extendido a 226 ciudades francesas y a otras 67 en Europa y abarca a unos 4 millones de personas.
Los esfuerzos de algunos países por evitar la obesidad infantil parecen estar dando resultados. Las estadísticas más recientes de Francia, Alemania, Suecia, Suiza y algunas zonas de Italia y Austria indican que los índices de obesidad infantil podrían estar nivelándose o incluso disminuyendo en algunos casos. Pero todavía no ha llegado el momento de echar las campanas al vuelo, dice con prudencia Frelut, del Grupo de Obesidad Infantil Europea: “es un resultado muy frágil. No nos podemos relajar”. Pero João Breda, director del Programa de Nutrición, Actividad Física y Obesidad de la oficina europea de la OMS en Copenhague, observa, “en países donde la obesidad infantil se está equilibrando, hay políticas equilibradas que no solo comprometen a la sociedad, sino que también fomentan el cambio individual”.
Un buen ejemplo es Jeremy Bombourg. A los 15 años, cuando se dio cuenta de que estaba más gordo que su padre, Jeremy decidió adelgazar. Hizo un diario con lo que comía todos los días y decidió moverse más. “En vez de coger el ascensor, subía por las escaleras. Si iba a coger el metro para una sola parada, me iba andando”. Volvió a retomar el judo. Y lo que es más importante, empezó a acudir a la consulta de la Dra. Sophie Treppoz, que estaba dentro de una red nacional francesa para la prevención y tratamiento de la obesidad infantil. Estuvo yendo cada dos meses durante tres años. Lenta y seguramente, fue creciendo a lo largo y no a lo ancho.
Actualmente, Jeremy trabaja como director financiero junior para Schneider Electric en Finlandia. Es guapo, mide 1,82 metros y pesa 81 kilos. El año pasado se planteó nuevos retos físicos y se inscribió en “The Swedish Classic”, un serie de pruebas de resistencia que incluyen ciclismo, natación, marcha y esquí. Consiguió su último triunfo personal en marzo, cuando completó una carrera de esquí cross-country de 90 kilómetros. “Siempre estuve avergonzado y frustrado con mi cuerpo, así que esto es una especie de revancha para mí”, dice. “Quería probarme a mí mismo que podía usar mi cuerpo como quisiera”.
Sin su propia motivación para perder peso, sin la ayuda de sus padres y sin la asesoría médica, quién sabe cómo sería la vida de Jeremy actualmente o cuánto pesaría.
Mientras tanto, en Finlandia, la hora y media de clase a la semana de EasySport ha dado confianza a Anni. Desde el verano pasado ha ralentizado la subida de peso en relación al crecimiento en estatura. Jaana es optimista y piensa que cuando Anni cumpla 13 años, su peso será el normal para su edad.
Empezó de forma bastante inocente. Hace tres años, la planificadora de desarrollo Jaana Vesterinen-Prähky, de Helsinki (Finlandia), convirtió en una costumbre llegar a casa tarde de trabajar con una golosina para su hija Anni, de 5 años. Cuando la hermana de Jaana se lo reprochó, a ella no le preocupó. “Le dije que no pasaba nada, que todavía era pequeña y no importaba”.
Pero sí pasó. Anni empezó a engordar y cuando empezó primero de primaria, en agosto de 2010, medía 1,31 metros y pesaba 63 kilos, el doble que cualquier niña de su edad. “No me había dado cuenta de la cantidad de calorías que le estaba dando”, dice Jaana. “Ahora me doy cuenta de que era algo verdaderamente malo”.
Anni se había convertido en uno de los 15 millones de niños obesos y con sobrepeso de Europa de entre 5 y 17 años. Y como todos ellos, Anni tenía entonces hasta nueve veces más probabilidades de desarrollar hipertensión, cuatro veces más de contraer diabetes del tipo 2 o enfermedades cardiovasculares, o un mayor riesgo de sufrir cáncer. Si no se controlaba, la obesidad le podía robar entre 5 y 13 años de vida.
“Las consecuencias médicas [de la obesidad] comienzan a muy temprana edad”, afirma Thomas Reinehr, director del Departamento de Endocrinología Pediátrica, Diabetes y Medicina Nutricional del Vestische Youth Hospital de Datteln, Alemania. En un estudio realizado, se demuestra que un tercio de los jóvenes obesos alemanes padecen hipertensión. Una de las pacientes de Reinehr con un Índice de Masa Corporal (IMC) de 40,8 tenía diabetes tipo 2, colesterol, hipertensión y ovarios poliquísticos, todo ello a los 14 años.
No es solo que los niños obesos padezcan problemas de salud física sino que también se resiente su salud mental. El financiero Jeremy Bombourg, de 24 años, de Lyon (Francia), sigue estando marcado por la lucha que tuvo que emprender contra la obesidad cuando era adolescente. “Los años de la adolescencia son aquellos en los que comienzas a creer en ti mismo”, dice. “Yo no creía en mí a causa de mi sobrepeso”.
A los 14 años, Jeremy medía 1,65 metros y pesaba 82 kilos, así que era obeso. Como era “el gordo” en su círculo de amigos, se retiraba a su cuarto para evitar ser el chico sudoroso y repugnante entre sus compañeros. Lo peor eran los deportes. Jeremy prefería ausentarse de la clase de gimnasia argumentando que se encontraba mal antes de hacer el ridículo. Incluso dejó las clases de judo cuando sus compañeros se mofaron y deshonraron sus victorias en el tatami diciendo que se debían a su peso.
La vergüenza que sentía Jeremy no era cosa de su imaginación. La gente discrimina a los obesos. “La percepción de la obesidad por parte de los profesionales de la salud y por parte de toda la sociedad debe cambiar,” afirma Vojtech Hainer, subdirector del Instituto de Endocrinología de Praga, en República Checa. “Los pacientes obesos rara vez son glotones, tienen poca voluntad o son difíciles y perezosos.” Sin embargo, es más probable que los obesos se salten las clases, no terminen el instituto y sufran discriminación a la hora de encontrar trabajo cuando se hacen adultos.
“El futuro de estos niños es sombrío y terrible”, resume Marie-Laure Frelut, secretaria del Grupo Europeo de Obesidad Infantil y doctora especialista en obesidad pediátrica en París.
Los investigadores no estaban en absoluto preparados para la velocidad con la que ha golpeado la epidemia de obesidad. “De repente, en los noventa teníamos una epidemia ante nuestras narices, justo en el momento en el que el estilo de vida cambió radicalmente en Europa”, recuerda Frelut. Ahora comemos más, peor y nos movemos todavía menos que antes. Además, el apetito de nuestros niños por la televisión ha llegado a un extremo sin precedentes y los niños que ven cuatro horas de televisión al día tienen cuatro veces más probabilidades de tener sobrepeso que los que la ven menos de una hora.
Según los datos de la OMS recogidos en 2008, en Europa, uno de cada cuatro niños de seis a nueve años es obeso o tiene sobrepeso (lo que significa que el IMC está en el percentil 90 comparado con sus iguales).
Ya hay algunos países europeos que gastan hasta el 5% del total de su presupuesto sanitario en costes relacionados directa o indirectamente con la obesidad adulta y juvenil, y eso es solo la punta del iceberg. Conforme crezcan los niños, aumentarán los costes de asistencia sanitaria.
“Existe un gran riesgo de que aumenten los costes en el futuro”, afirma Agneta Sjöberg, epidemióloga de la salud pública de la Universidad sueca de Gotemburgo.
Los padres y la familia siempre estarán en primera línea de batalla contra la obesidad. “Para tratar la obesidad de un niño pequeño, hay que tratar también a la familia”, afirma Hainer, del Instituto de Endocrinología de Praga.
Cuando la enfermera del colegio de Anni sugirió a Jaana que matriculara a su hija de seis años en EasySport, un programa de ejercicios gratuito patrocinado por la asistencia sanitaria de los colegios de la ciudad de Helsinki para niños con sobrepeso menores de diez años, Jaana se puso loca de contenta. Había luchado contra su propio peso durante 35 años. “Quería darle la oportunidad a Anni de tener una infancia con un peso normal”, dice.
En muchos casos, la información que necesitan los padres no llega fácilmente. Malin Agn, madre sueca residente en Estocolmo fue consciente de ello hace dos años cuando, después de cambiar los hábitos de vida y no obtener resultados, llevó a su hija de 7 años al médico y salió de la clínica con poco más que palabras de ánimo. Acudir a Internet tampoco la ayudó. “La red es una jungla de información,” recuerda. Así que esta mujer de 40 años fundó Mulliga-Barn.se (que significa “niños gorditos” en sueco), un recurso online para los padres de hijos con sobrepeso que pone en contacto a doctores o enfermeras de las unidades de obesidad del hospital con padres preocupados por el peso de sus hijos.
Hasta hoy, más de 1.300 padres han asistido a los seminarios que organiza con profesionales del mundo de la sanidad relacionados con la obesidad.
Aunque los padres y la familia son esenciales en la lucha contra la gordura, también juegan un papel importante los colegios, que pueden cambiar el efecto haciendo más saludable la comida de sus cafeterías, prohibiendo los refrescos o programando más clases de gimnasia.
“Es más fácil llevar un estilo de vida saludable en casa si el ambiente de la escuela es saludable”, afirma Éva Martos, directora del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición de Budapest, en Hungría.
Martos dirigió el programa Start with Breakfast! (“¡Empieza con el desayuno!”) en Hungría en 2010. Este programa de seis semanas ofrecía el desayuno de los niños en el colegio todos los días junto con información sobre alimentación saludable. Al principio, uno de cada tres niños de entre 7 y 14 años elegían acompañar su desayuno con un refresco. Cuando finalizó el programa, el consumo de agua entre los niños había aumentado y el consumo de refrescos había disminuido.
En Francia, una iniciativa privada llamada EPODE (“Luchemos juntos contra la obesidad de los niños”) implica a todos los niveles de la comunidad para luchar contra la obesidad infantil. “El objetivo es modificar el estilo de vida de toda la población”, explica Jean-Michel Borys, director de la Red Europea de EPODE. Pequeños empresarios, alcaldes y vendedores de alimentos, así como profesores y padres trabajan juntos para difundir mensajes sobre vida saludable.
“Mensajes como ‘come más verdura’ vienen también con soluciones como, por ejemplo, enseñar a los niños a preparar y cocinar verduras o bajar los precios de las mismas”, afirma Borys.
El concepto piloto se puso en marcha hace 20 años en ciudades francesas que vieron descender sus índices de obesidad infantil del 11% al 8,8% en 12 años, mientras que en dos ciudades de control aumentaron al 17,8% .
Desde entonces, la iniciativa se ha extendido a 226 ciudades francesas y a otras 67 en Europa y abarca a unos 4 millones de personas.
Los esfuerzos de algunos países por evitar la obesidad infantil parecen estar dando resultados. Las estadísticas más recientes de Francia, Alemania, Suecia, Suiza y algunas zonas de Italia y Austria indican que los índices de obesidad infantil podrían estar nivelándose o incluso disminuyendo en algunos casos. Pero todavía no ha llegado el momento de echar las campanas al vuelo, dice con prudencia Frelut, del Grupo de Obesidad Infantil Europea: “es un resultado muy frágil. No nos podemos relajar”. Pero João Breda, director del Programa de Nutrición, Actividad Física y Obesidad de la oficina europea de la OMS en Copenhague, observa, “en países donde la obesidad infantil se está equilibrando, hay políticas equilibradas que no solo comprometen a la sociedad, sino que también fomentan el cambio individual”.
Un buen ejemplo es Jeremy Bombourg. A los 15 años, cuando se dio cuenta de que estaba más gordo que su padre, Jeremy decidió adelgazar. Hizo un diario con lo que comía todos los días y decidió moverse más. “En vez de coger el ascensor, subía por las escaleras. Si iba a coger el metro para una sola parada, me iba andando”. Volvió a retomar el judo. Y lo que es más importante, empezó a acudir a la consulta de la Dra. Sophie Treppoz, que estaba dentro de una red nacional francesa para la prevención y tratamiento de la obesidad infantil. Estuvo yendo cada dos meses durante tres años. Lenta y seguramente, fue creciendo a lo largo y no a lo ancho.
Actualmente, Jeremy trabaja como director financiero junior para Schneider Electric en Finlandia. Es guapo, mide 1,82 metros y pesa 81 kilos. El año pasado se planteó nuevos retos físicos y se inscribió en “The Swedish Classic”, un serie de pruebas de resistencia que incluyen ciclismo, natación, marcha y esquí. Consiguió su último triunfo personal en marzo, cuando completó una carrera de esquí cross-country de 90 kilómetros. “Siempre estuve avergonzado y frustrado con mi cuerpo, así que esto es una especie de revancha para mí”, dice. “Quería probarme a mí mismo que podía usar mi cuerpo como quisiera”.
Sin su propia motivación para perder peso, sin la ayuda de sus padres y sin la asesoría médica, quién sabe cómo sería la vida de Jeremy actualmente o cuánto pesaría.
Mientras tanto, en Finlandia, la hora y media de clase a la semana de EasySport ha dado confianza a Anni. Desde el verano pasado ha ralentizado la subida de peso en relación al crecimiento en estatura. Jaana es optimista y piensa que cuando Anni cumpla 13 años, su peso será el normal para su edad.
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