La palabra no sirve únicamente para expresar ideas, sino también para influir en el estado de ánimo de nuestros interlocutores. Mediante el lenguaje podemos emocionarnos, convencerlos o alentarlos, según sea nuestra intención. Para conseguir dominar esta útil herramienta y sacarle el máximo partido, hay que saber manejarla con presteza.
Mensajes positivos
En la antiguedad, cuando un mensajero traía buenas noticias, se le agasajaba con vino pero, si las noticias eran malas, se le sacrificaba sin más. Hoy en día seguimos asociando a la persona con el mensaje que nos transmite. Si lo hace de forma positiva, ofrecerá una buena imagen de sí misma, pero, si lo hace de forma negativa obtendrá el efecto contrario. Ya lo decía Shakespeare. "Sea como fuere lo que pienses, es mejor decirlo con buenas palabras".
- Sin críticas. Intenta que tu discurso sea respetuoso. A la hora de enjuiciar a una persona, por ejemplo, en lugar de decir: "Eres un vago", es mejor que digas:"Estaría más contento/a contigo si me ayudaras más". Captará el mensaje y no se sentirá ofendida.
- Cultiva el elogio. Procura intercalar en tus conversaciones, palabras que resulten agradables para tu interlocutor. Valorar los aspectos positivos de su actitud, por ejemplo, te ayudará a que tus palabras sean mejor aceptadas, aunque el tema no sea agradable.
- A evitar: Elimina de tu conversación todo aquello que pueda molestar a los demás: las órdenes directas, las discuciones y los juicios categóricos. Tampoco debes imponer tus puntos de vista, ofrecer un consejo que no se haya pedido ni quitar importancia a los problemas de los demás.
Cómo expresar tus intenciones
La clave para conseguir que nuestro lenguaje sea efectivo está en adoptar una actitud asertiva, es decir, ni agresiva ni tampoco pasiva. Sin miedo, pero también sin intentar imponerse a los demás. Se trata de transmitir el mensaje de forma racional sin provocar malestar ni rechazo.
- Habla de forma objetiva y concreta. Si te pierdes en circunloquios, tu mensaje no llegará claro a tu interlocutor.
- Controla tu enfado. ¿Cuál es tu intención a la hora de inicar una conversación?¿salirte con la tuya e imponer tu ego o bien comunicarte con tu interlocutor? Antes de hablar debes tener en cuenta tu objetivo no permitir que la ira y otros sentimientos negativos intercepten tu mensaje. Por ejemplo, en lugar de decir: "Si no me devuelves los apuntes el viernes, te vas a enterar", limítate a decir: "Necesito los apuntes porque tengo un examen el viernes".
- Trata de ser empático/a. Hay casos en los que resulta imposible llegar a un acuerdo. Aunque no siempre se puede cambiar el parecer de las personas, sí que se puede intentar modificarlo poniéndose en su lugar. "Entiendo que estés muy liado, pero es muy necesario para mí poder disponer de los apuntes ese día".
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