Si, en teoría, cada vez más personas viven más de 100 años, ¿cuántos años más podremos sobrevivir? Y en la práctica, ¿qué haría falta para lograrlo?
¿Es insensata la gente que anhela la vida eterna? En 1797 un tal doctor Huseland -considerado en la época "una de las mentes más sensatas de Alemania"- identificó muchos de los factores que se asocian con una larga vida.
En su libro "El Arte de prolongar la vida" concluyó tras ocho años de estudio sobre el tema que la clave estaba en una dieta moderada rica en verduras, con poca carne y postres azucarados; una vida activa; buen cuidado de los dientes; bañarse semanalmente en agua tibia con jabón; dormir bien; aire limpio; y tener padres que hayan vivido largas vidas.
Hacia el final de su ensayo, traducido para la publicación American Review, el médico especulaba que "la vida humana puede ser prolongada para duplicar el alcance de lo que se supone son sus límites actuales, sin perder la actividad y utilidad".
Según estimaciones de Huseland, la mitad de todos los niños recién nacidos morirían antes de su décimo cumpleaños, un ritmo alarmante de mortalidad. Sin embargo, si puede soportar una niñez llena de viruela, sarampión, rubeola y otras enfermedades de la infancia, tiene grandes posibilidades de llegar a sus treinta y tantos años. En circunstancias ideales, Huseland pensaba que era posible que la vida pudiera extenderse durante 200 años.
¿Acaso estas afirmaciones sólo existen en la imaginación fantasiosa de un médico del siglo XVIII? James Vaupel no piensa que sea imposible.
"En cada década la esperanza de vida aumenta dos años y medio. Lo que significa 25 años por siglo". Como director del Laboratorio de Supervivencia y Longevidad en el Instituto Max Planck de Investigación Demográfica de Rostock, Alemania, Vaupel estudia la longevidad y la supervivencia de las poblaciones humanas y animales.
Comenta que el patrón de mejoras en la mortalidad ha cambiado mucho en los últimos 100 años. Antes de 1950, los mayores avances en la esperanza de vida se lograron mediante la lucha contra la alta mortalidad infantil que Huseland señaló. Sin embargo, desde entonces, han sido los mayores de 60 años, y más recientemente los mayores de 80 años, quienes han visto los más grandes descensos de la mortalidad.
En otras palabras, no sólo estamos sobreviviendo a la infancia en mayor número, estamos viviendo más tiempo, mucho más tiempo.
Complejos de la edad
A nivel mundial, se prevé que el número de personas centenarias sea 10 veces mayor entre 2010 y 2050. Pero tal y como decía Huseland, un fuerte componente que influye en si la persona vivirá para ver cumplida esta predicción es la edad de los padres. En la longevidad hay un componente genético.
No obstante, el incremento de los centenarios no se puede explicar exclusivamente con genética, la cual no ha cambiado mucho en los dos últimos siglos. Más bien, es una serie de mejoras en nuestras vidas que, acumulativamente, optimizan nuestras posibilidades de vivir más fuertes durante más tiempo y que hacen eco de los factores identificados por Huseland.
Las razones son una serie de mejorías en la asistencia sanitaria, tratamientos médicos, salud pública -como tener agua potable, el aire más limpio- educación y calidad de vida. "En buena medida se trata de tener más cantidad de medicamentos y dinero", dice Vaupel.
No obstante, estos avances que han permitido tener mejores condiciones de vida y salud todavía no cumplen con los deseos de muchas personas. Y el apetito por las terapias de extensión de la vida no muestra señales de disminuir.
Un método popular es la restricción calórica. En la década de 1930, los investigadores notaron que los ratones alimentados con una dieta cercana a la hambruna vivieron mucho más tiempo que los que comían hasta la saciedad. Un estudio posterior realizado en monos rhesus llegó a la misma conclusión.
Sin embargo, ambos trabajos se contradicen en una investigación de 20 años del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos, el cual encontró que aunque los monos rhesus se mantenían en una dieta restringida en calorías, desarrollaban enfermedades relacionadas con la edad un poco más tarde que en los de control, y no vivieron más que el promedio.
Los autores observaron que a pesar de que la restricción calórica en animales les confirió algunos beneficios, estos fueron sometidos a una compleja interacción de genética, nutrición y factores ambientales.
Otra gran esperanza es el resveratrol, una sustancia química producida naturalmente por las plantas, sobre todo en la piel de las uvas. Se ha observado que el producto químico produce beneficios para la salud similares a la restricción calórica en modelos animales, pero hasta el momento, ningún estudio ha demostrado que el consumo de resveratrol puede aumentar la esperanza de vida humana.
Sin límites
Pero, ¿por qué envejecemos? "Todos los días sufrimos daños y estos no se reparan perfectamente", explica Vaupel "Y esta acumulación de daños no reparados es lo que causa las enfermedades relacionada con la edad".
No es una característica compartida por todos los organismos vivos. Las hidras, por ejemplo, un grupo de criaturas simples como las medusas, son capaces de reparar casi todo el daño que sufren y de librarse con facilidad de las células que están demasiado dañadas para ser curadas.
En los seres humanos, este tipo de células pueden causar tumores cancerígenos.
"Las hidras centran la mayoría de sus recursos a la reparación, en lugar de la reproducción", dice Vaupel. "Los seres humanos, por el contrario, dirigimos los recursos principalmente hacia la reproducción. A nivel de especie es una estrategia distinta de supervivencia diferente".
Los seres humanos pueden vivir rápido y morir jóvenes, pero nuestra prodigiosa fertilidad nos permite superar estas altas tasas de mortalidad. Aunque Vaupel considera que ahora que la mortalidad infantil es muy baja, realmente no existe ninguna necesidad de canalizar tantos recursos en la reproducción.
"El truco está en regular a un máximo la reparación, en lugar de desviar esa energía a engordar. En teoría eso debería ser posible, aunque nadie tiene ni idea de cómo hacerlo", agrega.
Si la acumulación constante de daños a nuestras células puede ser bloqueada, denominado senectud insignificante, entonces tal vez no vamos a tener un límite de edad superior. Y si ese es el caso, no hay ninguna razón por la que deberíamos de morir.
"Sería maravilloso poder llegar a un mundo donde toda muerte es opcional. Ahora mismo, en esencia todos estamos condenados a la pena de muerte, a pesar de que la mayoría no hemos hecho nada para merecerlo", dice Gennady Stolyarov, filósofo transhumanista y autor de la "Muerte está equivocada", un polémico libro para niños que anima a las mentes jóvenes a rechazar la idea fatalista de que la muerte es inevitable.
Stolyarov se opone fervientemente a lo que él ve como un simple reto tecnológico que espera por el nivel apropiado de dinero y mano de obra para resolverlo.
Agentes de cambio
Los telómeros son uno de los objetivos de la intervención tecnológica. Estas tapas en los cromosomas se acortan cada vez que sus células se dividen, poniendo un límite estricto sobre el número de veces que sus células pueden reproducirse a sí mismas.
No todos los animales experimentan este acortamiento de los telómeros, la hidra es uno de ellos. Sin embargo, hay buenas razones para tener estas limitaciones en su lugar.
La mutación ocasional puede permitir que las células se dividan sin acortar sus telómeros, dando lugar a líneas de células "inmortales". Sin embargo, en una situación descontrolada, estas células inmortales serían una muy mala noticia para la persona que las tenga, hinchándose hasta convertirse en tumores cancerosos.
"Cada día mueren en el mundo unas 150.000 personas, dos tercios de ellas fallecen por causas relacionadas con la senectud", comenta Stolyarov. "Así que incluso si podemos acelerar la llegada de esas tecnologías (que permitirían vivir más) para lograr un día más de vida, habremos salvado a cientos de miles".
El autor cita al teórico de la gerontología Aubrey de Grey, algo así como una celebridad en el mundo de la extensión de la vida, quien asegura que en los próximos 25 años hay un 50% de probabilidades de alcanzar la senectud insignificante (ausencia signos de envejecimiento). "Hay una buena probabilidad de que suceda en nuestra vida, antes de que experimentemos los efectos más nocivos de la senectud ", dice Stolyarov.
Vaupel señala que si bien es posible lograr una vejez sin signos de envejecimiento en los próximos años, es "muy poco probable".
Admite que puede ser que sea posible acelerar rápidamente la esperanza de vida a través de los avances médicos. Pero advierte que en el futuro puede haber dificultades que no anticipamos.
"Enfermedades, crisis económica y el cambio climático podría causar aumentos en la mortalidad", dice.
Stolyarov espera encender una pequeña chispa de esperanza en una llama eterna. "Lo que creo necesario en este momento es un impulso decidido a acelerar considerablemente el ritmo del progreso tecnológico".
Por ahora, habrá que consolarse con el conocimiento de que hay formas bien documentadas para tratar de evitar dos causas principales de muerte en el mundo occidental -las enfermedades del corazón y el cáncer- a través de una combinación de ejercicios y buena alimentación. Además de moderar el consumo de alcohol y carne roja.
Son pocos quienes realmente viven acorde con estos criterios que ya a finales del siglo XVIII los aconsejaba el experto alemán. Quizás ello se deba a la idea de que una vida más corta llena de rica comida y vino es un buen trato. Lo que nos lleva a la interrogante, si la vida eterna es posible, ¿estaría dispuesto a pagar su precio?
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