Por fin conseguí ver a Luci este fin de semana. Es una amiga de hace años ya, pero que tiene una agenda social tan tumultuosa como la de las hermanas Hilton y como además siempre ha sido una chica que se ha volcado mucho en su pareja , el poder vernos para charlar -yo tampoco es que tenga demasiado tiempo libre- fue todo un acontecimiento.
Me tenía algo preocupada por las posibles secuelas que podría sufrir de su anterior relación de pareja con un pobre diablo narcisista más bien cretino del que se había encaprichado hacía meses. Luci es una mujer de pasiones calladas pero enconadas y en la época de su ruptura con el mencionado patán, nuestras conversaciones telefónicas fueron muy largas e intensas. Pero como digo, hacía tiempo de eso y me quedé maravillada al ver a mi amiga esplendente de vida, feliz y contenta como una colegiala. Me refirió su fase de duelo que más o menos conocía. Al interiorizar la pérdida, al ver claramente la multitud de motivos por los que aquel hombre no era para ella, consiguió vaciar el espacio que este ocupó en su interior. Consiguió sentirse en paz, libre de culpa y resentimiento. Se recogió en si misma, se serenó, limpió su yo esencial de equipaje inútil y decidió abrirse a la vida que se le brindaba, sin caparazones ni excusas. Con calma, disfrutando de sus amistades y de su trabajo.
Lo curioso del tema es que en poco tiempo reapareció Matthew en su vida, un antiguo amigo que había vuelto a su ciudad oscense de uno de sus periplos por el extranjero buscando siempre nuevas cosas que aprender o que ganar como buen británico. Matt sería un buen candidato a James Bond, un galés alto y guapo con una enigmática mirada azul muy a tener en cuenta, chicas. Pero el caso es que es poco menos que un hippie. Cultiva una especie de semibudismo zen y practica una suerte de extraño folk gaélico en el huerto de su casa cercana a la ciudad donde Luci vive la vida sin perder un minuto, un concierto de un insufrible grupo independiente de moda o un acontecimiento social cuanto más barroco mejor. Son el ying y el yang, la integración de los perfectos contrarios.
Y es ahora, cuando ambos se encontraron en ese justo momento de sus vidas, se reconocieron. Me refiero a que después de tantos años se vieron más allá de sus tendencias y estilos de vida, por fin se vieron por dentro y se eligieron sin dudarlo.
Muchas veces, vemos parejas que funcionan perfectamente en una especie de simbiosis de la que no distinguimos ya a un individuo del otro, que son tan similares en gustos y tendencias que parecen una unidad militar; y les va muy bien. Pero también tenemos parejas que son como el día y la noche en apariencia y en las que el brillo de la plenitud es mayor que en ninguna otra. Las diferencias, lejos de separar, estimulan a un espíritu abierto, le animan a conocerse mejor, como decía Serrat en una de sus letras. Si en el fondo de esas personas anida la verdadera comprensión y atracción por el otro, ¿qué puede haber más interesante que ese viaje, ese aprendizaje a una manera tan distinta de ver el mundo? Fue Platón el que planteó que éramos seres fracturados en busca de la mitad que nos faltaba para la plenitud. Una mitad que no ha de ser precisamente lo que imaginamos.
Luci es una mujer valiente y se toma muy en serio lo que hay que tomarse en serio, es una mujer responsable consigo misma. Muchas veces nos da miedo lo que no conocemos, y lo que nos parece ajeno hasta lo miramos con rechazo. Mi amiga supo ver que ella no tiene por qué traicionarse a sí misma en ningún momento, que si hay algo nuevo que la hace cambiar no va a dejar de ser ella misma por ello, que en eso consiste la vida: en instinto, en dejarse escuchar a una misma, no a meros impulsos novelescos ni a puros razonamientos estériles y vacíos. Luci es una gran discípula manifestadora.
Ya comentamos que la ley de la prosperidad, la de la atracción, incluso la ley de la manifestación de la riqueza que practicamos con la meditación y la visualización -acudid a nuestras meditaciones guiadas si os es difícil conseguirlo- se puede llegar a presentar de muchos modos en nuestras vidas. Somos mujeres, somos la madre tierra fértil que ya adoraban los paleolíticos; las formas en las que la paz, el amor o la riqueza pueden germinar nosotras pueden ser sorprendentes, indirectas e incluso aparentemente contradictorias para nosotras. Tengamos la mente abierta, el corazón abierto y veremos cómo incluso ciertos problemas comienzan a aparecérsenos como soluciones. Quizá no nos toque la lotería que hemos pedido pero se nos brinde la oportunidad de algo mucho mejor, una vocación, un reto espiritual o un sueño. Sólo hay que estar atentas a las señales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario