Dormir unos minutos de siesta después de comer no puede ser malo… ¡si hasta los japoneses la copian! Y es que la siesta previene el infarto, aumenta el rendimiento y baja la tensión arterial. ¿Demasiado bueno para ser verdad? Ahora que llega la jornada intensiva en muchos trabajos aprovecha para hacer un hueco a una buena siesta. La ideal debe tener entre 20 y 30 minutos de duración.
Si después de comer tienes la tentación de dar una cabezada (y puedes hacerlo), no te reprimas, porque tiene efectos muy beneficiosos para el organismo, que van desde la ‘reparación’ de las facultades desgastadas por la fatiga diaria (memoria, capacidad de atención) hasta la prevención de enfermedades tan importantes como las cardiopatías.
Un estudio llevado a cabo por la Junta de Seguridad en el Transporte de EE UU tuvo como protagonistas a un grupo de controladores aéreos; tras analizar sus reacciones y su comportamiento, los autores de la investigación llegaron a la conclusión de que una siesta de 26 minutos mejoraba un 34% el rendimiento y aumentaba un 54% su estado de alerta. Estos datos corroboran lo que ya habían apuntado investigaciones previas, que definían la siesta ideal como aquella que tenía entre 20 y 30 minutos de duración. Más cortas y, sobre todo, mucho más largas podrían producir el efecto contrario. Por tanto, el retrato robot de una siesta cien por cien saludable sería el siguiente: alrededor de 26 minutos de duración; todos los días a la misma hora y en una superficie cómoda y un ambiente silencioso.
A cambio, puedes obtener todos estos beneficios:
1. Reduce el riesgo cardiovascular. Descansar después de comer nos ayuda a relajarnos y disminuye la tensión arterial, lo que beneficia el funcionamiento del corazón. Las personas que se echan una siesta de forma habitual reducen en un 37% su riesgo de sufrir un patología cardiaca, y las que lo hacen ocasionalmente, un 12% menos respecto a las que nunca la duermen. Pero hay más: adoptar esta costumbre parece ser totalmente imprescindible cuando estamos sometidos a periodos o situaciones de mucho estrés, tal y como demostró una investigación realizada en el Allegheny College de Pensilvania (EE UU) sobre un grupo de 85 universitarios. Los autores comprobaron que aquellos que la dormían se recuperaban más rápidamente desde el punto de vista cardiovascular (regulaban su tensión y sus pulsaciones) en situaciones de estrés mental.
1. Reduce el riesgo cardiovascular. Descansar después de comer nos ayuda a relajarnos y disminuye la tensión arterial, lo que beneficia el funcionamiento del corazón. Las personas que se echan una siesta de forma habitual reducen en un 37% su riesgo de sufrir un patología cardiaca, y las que lo hacen ocasionalmente, un 12% menos respecto a las que nunca la duermen. Pero hay más: adoptar esta costumbre parece ser totalmente imprescindible cuando estamos sometidos a periodos o situaciones de mucho estrés, tal y como demostró una investigación realizada en el Allegheny College de Pensilvania (EE UU) sobre un grupo de 85 universitarios. Los autores comprobaron que aquellos que la dormían se recuperaban más rápidamente desde el punto de vista cardiovascular (regulaban su tensión y sus pulsaciones) en situaciones de estrés mental.
2. Mejora la concentración y la memoria. El doctor James Maas, de la Universidad norteamericana de Cornell y uno de los gurús en el asesoramiento de empresas respecto a los beneficios que las pausas y el descanso tienen para el rendimiento de los trabajadores, defiende la idea de que a mitad de la jornada nuestra atención cae en picado y que la única forma de recuperar unos niveles productivos es a través de una breve siesta. En la misma línea, científicos de la Universidad de Harvard analizaron las destrezas de memoria y aprendizaje de dos grupos de voluntarios y comprobaron que aquellos que la dormían rendían mucho mejor, incrementaban sus habilidades y aumentaban su capacidad de concentración. Otro estudio, este publicado en la revista Sleep, analizó sus efectos sobre la memoria y llegó a la conclusión de que esta costumbre supone un estupendo refuerzo para la capacidad de memorizar y retener conceptos. Para los autores de estas investigaciones, a nivel cerebral la siesta supone un ‘nuevo amanecer’ tras un descanso profundo, lo que significa que tanto las neuronas como los neurotransmisores están de nuevo a pleno rendimiento.
3. Ayuda a evitar el sobrepeso. Uno de los grandes (y falsos) mitos es el de que la siesta engorda. Muy al contrario: investigaciones recientes han demostrado que no dormir lo suficiente reduce los niveles de leptina, la hormona segregada por las células adiposas que regula el apetito (a niveles adecuados, favorece la sensación de saciedad) y aumenta los de grelina, una hormona cuyo exceso nos incita a comer más de la cuenta. En este sentido, es una excelente oportunidad para regular ese desequilibrio hormonal asociado a un aumento del hambre y el apetito. También está demostrado que el estado de bienestar que se consigue favorece el correcto funcionamiento del metabolismo y produce una relajación muscular que facilita la digestión.
4. Elimina el estrés y libera tensiones. Varios estudios han concluido que los niveles de las hormonas del estrés son más bajos en aquellas personas que duermen regularmente unos minutos después de comer, siendo incluso más efectiva que otras técnicas de relajación. Una investigación realizada por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard constató que los beneficios eran especialmente significativos en los trabajadores del sexo masculino, en los que menos niveles de estrés se traducían en un 64% menos de riesgo de padecer algún tipo de enfermedad cardiaca.
5. Favorece el desarrollo infantil. Los niños (junto con los ancianos) son el grupo de población más beneficiado por la práctica habitual de la siesta y, también, el más perjudicado cuando no pueden dormirla, tal y como han demostrado un grupo de expertos de la Universidad de Colorado en pequeños de entre 30 y 36 meses. Los investigadores constataron que aquellos que no dormían la siesta presentaban una mayor ansiedad, niveles más bajos de alegría e intereses y menor capacidad de resolución de problemas, lo que a su vez suponía un riesgo mayor de desarrollar trastornos del estado de ánimo en el futuro.
Y si no es posible dormir, al menos, haz una pausa.
Los horarios laborales de un buen número de personas no siempre son compatibles con la siesta. Los resultados de una reciente investigación realizada en Melbourne (Australia) ofrecen una excelente alternativa en estos casos: tomarse un descanso y levantarse cada 20-30 min, aunque sólo sea para dar una vuelta por la habitación y caminar un poco, algo que, además, está demostrado que resulta muy efectivo para despejar la mente. Los autores de este estudio comprobaron que estas pausas frecuentes podían producir en el organismo algunos de los efectos beneficiosos atribuidos a la siesta. Si se hacían después de comer, llevaban asociada una disminución del riesgo de padecer diabetes o una enfermedad cardiaca. Según los autores, esto se debe a que la contracción y relajación muscular que se produce cuando nos movemos ayuda a nuestro organismo a regular muchos procesos metabólicos y si permanecemos mucho tiempo sentados, estas funciones se ralentizan.
Los horarios laborales de un buen número de personas no siempre son compatibles con la siesta. Los resultados de una reciente investigación realizada en Melbourne (Australia) ofrecen una excelente alternativa en estos casos: tomarse un descanso y levantarse cada 20-30 min, aunque sólo sea para dar una vuelta por la habitación y caminar un poco, algo que, además, está demostrado que resulta muy efectivo para despejar la mente. Los autores de este estudio comprobaron que estas pausas frecuentes podían producir en el organismo algunos de los efectos beneficiosos atribuidos a la siesta. Si se hacían después de comer, llevaban asociada una disminución del riesgo de padecer diabetes o una enfermedad cardiaca. Según los autores, esto se debe a que la contracción y relajación muscular que se produce cuando nos movemos ayuda a nuestro organismo a regular muchos procesos metabólicos y si permanecemos mucho tiempo sentados, estas funciones se ralentizan.
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